Las distintas modalidades de la hipertermia
Desde el punto de vista etimológico: «hiper» significa «por encima de», «más», y «termia» se puede traducir por «influencia térmica». En la mayoría de contextos hace referencia a la temperatura corporal de un ser vivo y, en concreto, a que esta temperatura es elevada respecto al valor estándar o que debe aumentarse.
Así, cuando una persona tiene fiebre y suda a 39 °C, esta es una forma natural de hipertermia. Cuando, ejemplo, se detectan infecciones, nuestro organismo responde con una señalización determinada para inducir un incremento de su temperatura, ya que nuestro sistema inmunitario es más eficiente en un entorno con una temperatura ligeramente alta1.
Por distintas razones terapéuticas y motivaciones muy diversas, se realizan esfuerzos por aumentar la temperatura de todo el cuerpo o en regiones relevantes. A este respecto existen varias clasificaciones y métodos:
A. Hablamos de hipertermia activa, o también piretoterapia, cuando el cuerpo del paciente se infecta con ciertos patógenos y desarrolla fiebre como reacción natural a estos.
En el año 1927 esta idea incluso ganó un Premio Nobel, cuando Julius Wagner-Jauregg encontró un método para tratar la sífilis antes de que se conociera la penicilina. Infectaba a sus pacientes con el parásito de la malaria y la fiebre elevada que aparecía combatía con éxito la sífilis, y después se podía controlar de nuevo la malaria con quinina para bajar la fiebre.
William Coley, cirujano y oncólogo estadounidense, también obtuvo a principios del siglo XIX buenos resultados interesantes inyectando estreptococos a pacientes con tumores para provocarles también accesos febriles. Aunque esta alternativa está muy restringida hoy en día, ocupa un lugar no poco importante en la oncología holística y, sobre todo, en la oncología antroposófica con infusiones de extractos de muérdago.
B. En el otro extremo se encuentra la hipertermia pasiva. En este caso, el calor se introduce desde fuera, casi siempre con un dispositivo. Tras una conferencia de consenso celebrada en Japón2 se distingue entre hipertermia corporal, hipertermia local e hipertermia por perfusión.
B1: La hipertermia corporal consiste en aumentar la temperatura central de todo el cuerpo. Esto suele hacerse con lámparas de infrarrojos filtrados por agua o con un baño de agua caliente. En función del incremento de temperatura perseguido, se habla de hipertermia corporal leve (aprox. +1 °C), moderada (aprox. máx. +1,5-2,5 °C) o extrema (a partir de +3,5-6 °C). Los incrementos térmicos de leves a moderados ya deben supervisarse, mientras que la hipertermia corporal extrema requiere sedación.
B2: En la hipertermia por perfusión se hacen circular fluidos calentados fuera del cuerpo hasta unos 42 °C en una parte determinada del cuerpo, como una pierna, el abdomen o el hígado.
B3: En la hipertermia local solo se calienta una región localizada (un órgano, una articulación u otra área delimitada). En este caso se distingue a la vez entre modalidades intersticiales (es decir, se introduce algo en el cuerpo que después se calienta). La aplicación más común de esta clase es la ablación por radiofrecuencia (ARF), consistente en agujas cuyas puntas se calientan con electricidad para alcanzar temperaturas de > 70 °C y destruir tejidos de forma quirúrgica y mínimamente invasiva sin necesidad de practicar una gran incisión abierta. Este procedimiento se emplea con frecuencia para extirpar metástasis hepáticas.
Existen, por otra parte, modalidades no invasivas en las que el calor se aporta al paciente desde el exterior. Esto resulta más fácil si las áreas a tratar están próximas a la superficie corporal, y más difícil si su localización es profunda. La modalidad más extendida de esta aplicación es el llamado calentamiento dieléctrico. El paciente está acostado entre dos electrodos que cambian de polaridad millones de veces por segundo. Las moléculas de agua presentes en los tejidos del organismo son dipolos y reaccionan a este cambio girando, lo que a su vez aumenta la temperatura interior del cuerpo debido a la fricción.
Los críticos reprochan a este procedimiento que no permite alcanzar temperaturas suficientemente altas a la profundidad necesaria del tejido. Los equipos comercializados y los protocolos de aplicación varían a este respecto, pero básicamente se ha conseguido demostrar con sondas de temperatura de verificación que es posible calentar suficiente si el método se aplica correctamente.
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El catedrático G. Multhoff (Múnich) demostró en su tesis doctoral que los llamados macrófagos (células carroñeras) de nuestros sistema inmune son capaces de cumplir su misión de eliminar las células extrañas identificadas de forma más eficiente en un entorno con una temperatura elevada en comparación con una temperatura corporal normal de 36,8 °C. ↩
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The Kadoto Fund International Forum 2004 – clinical group consensus. Van der Zee et al, Int.J.Hyperthermia, March 2008 (24)2:111-122 ↩